La Luna,Europa y La Tierra.
De todas las lunas gigantes de Júpiter, Europa es la menor, pero también la más intrigante. Mientras los demás satélites galileanos presentan muchas características aun por explicar, éstas, por lo menos, se pueden fotografiar desde el espacio y quizás, algún día, lleguen a ser exploradas por vehículos robot o incluso por astronautas. Europa es diferente; su mayor secreto parece estar enterrado bajo su superficie, tan hondo que, probablemente jamás seremos capaces de explorarlo y entenderlo, pues se considera que su superficie helada y llena de surcos es poco más que una banquisa de hielo que flota sobre un océano global de muchos kilómetros de profundidad.
De todas las lunas gigantes de Júpiter, Europa es la menor, pero también la más intrigante. Mientras los demás satélites galileanos presentan muchas características aun por explicar, éstas, por lo menos, se pueden fotografiar desde el espacio y quizás, algún día, lleguen a ser exploradas por vehículos robot o incluso por astronautas. Europa es diferente; su mayor secreto parece estar enterrado bajo su superficie, tan hondo que, probablemente jamás seremos capaces de explorarlo y entenderlo, pues se considera que su superficie helada y llena de surcos es poco más que una banquisa de hielo que flota sobre un océano global de muchos kilómetros de profundidad.
La idea de que Europa pudiera tener un océano
oculto se sugirió por primera vez a principios de la década de los ochenta,
cuando las sondas espaciales Voyager enviaron las primeras imágenes detalladas
de la superficie. Las fotografías revelaban una superficie blanca, en general
pristina, surcadas de una red de líneas cruzadas de color oscuro y con algunas
zonas de tono rosado. Lo extraño era la falta de relieve de la superficie: en
términos relativos, Europa es más lisa que una pelota de ping-pong. La
superficie de Europa es también de reciente formación: presenta pocas
cicatrices de impactos de meteoritos y las que existen son casi fantasmales
siluetas de cráteres cuyos bordes apenas se elevan sobre el entorno. El
satélite parece tener una notable habilidad para curarse a sí mismo y la mejor
explicación de tal fenómeno es que la superficie es móvil y puede recuperar el
nivel medio cada vez que se ve perturbada. Incluso puede recomponerse con nuevo
material.
Las sondas Voyager demostraron de forma concluyente
que la superficie de Europa consiste principalmente en agua helada, teñida en
algunos lugares de compuestos químicos e impurezas. Así pues, el agua parecía
el remedio lógico que curaba las heridas de Europa: un ungüento fácil de
transportar que se congelaba al exponerse al casi vacío reinante en la
superficie y que reponía las partes dañadas de la corteza.
Sin embargo, ¿por qué tendría que conservarse agua
en estado líquido en Europa cuando, según los patrones normales, el satélite es
demasiado pequeño, tiene una atmósfera demasiado enrarecida y se encuentra
demasiado alejado del Sol? La respuesta está en las mismas fuerzas de marea que
calientan el interior y producen los violentos volcanes de Ío (otra luna de
Júpiter). Tal vez. los dos satélites sean muy similares por dentro, con núcleos
calientes que contribuyen a generar vulcanismo. Sin embargo, mientras que las
erupciones en Ío vierten directamente al espacio, las de Europa se registran
bajo kilómetros de hielo. Este calor atrapado mantiene líquidos los niveles
inferiores del océano que envuelve Europa, mientras que las capas superiores,
heladas, flotan encima de ellas como la banquisa de hielo de los polos
terrestres o, incluso, como las placas tectónicas sobre la astenosfera fundida
de nuestro planeta.
Si Europa posee un océano, ¿podría también albergar vida? En la Tierra,
descubrimientos recientes han reforzado la hipótesis de que la vida pudo
originarse en condiciones muy parecidas a las que reinan en el profundo océano
de Europa, sustentada por la sopa química caliente del entorno de volcanes
submarinos y no por el calor del Sol en aguas superficiales poco profundas, por
lo tanto, parece ciertamente posible que lo mismo se produzca en el satélite
joviano.
Enviar un robot sumergible al océano se Europa en busca de signos de
vida es cosa de ciencia ficción y no será una posibilidad factible en el plazo
de muchas décadas, por lo que tal vez no lo averigüemos nunca. Las mayores
esperanzas de encontrar respuesta o, por lo menos, indicios alentadores se
hallan en los hielos superficiales de Europa. Si se descubrieran moléculas
orgánicas complejas en aguas que han brotado del interior de Europa, su presencia
apuntaría con fuerza a que debajo del hielo existe vida de algún tipo.
Datos de Europa
Máxima proximidad a Júpiter: 665 mil kilómetros
Máxima distancia a Júpiter: 677 mil kilómetros
Diámetro: 3.138 kilómetros
Masa: 0,0083 Tierras
Periodo orbital: 3.55 días terrestres
Temperatura media en la superficie: -148º C.
Gravedad media en la superficie: 0.135 respecto a la Tierra.
Interior de Europa.
El mar del satélite
Europa, un océano bajo el hielo
Bee Gees I started
a Joke
fuente:astrociencia.
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